Turismo Experiencial: Disfrutar de un retiro en la naturaleza.
En tiempos de esta pandemia mucho se ha hablado de que el encierro está causando estragos en el ser humano y que la necesidad de regresar a las actividades cotidianas y por supuesto el volver a transitar libremente es imperativa, por ello se han establecido protocolos en diversas partes y se han planteado las nuevas directrices del turismo post-covid para la protección de los viajeros, los cuales están listos para tomar sus maletas, pasaporte y volver a disfrutar del mundo.
De igual manera, se ha escuchado que se han visto delfines y cisnes en aguas cristalinas, que pumas y zorros se han observado en distintas ciudades, la naturaleza se abre paso en lugares en donde antes reinaba el exceso de movimiento, ruido y basura, ¡Se le ha dado un pequeño respiro al planeta! ¿Pero no sería sensato que se mantuviera esta pausa antes de volver a las actividades turísticas? ¿Acaso volver en hordas de turistas dispuestos a sacudirse el estrés del encierro no volverá a dañar la naturaleza que se pretende disfrutar?
Antes de inundar de nuevo el entorno con las viejas costumbres, lo realmente imperativo es que los turistas empiecen a cambiar sus hábitos. Ciertamente ya se ha iniciado una modificación, ya que ahora se buscan factores como la salud, el distanciamiento social y la libertad, sin embargo los avances en este sentido son pocos, se olvida que la naturaleza es frágil ante la especie más invasora del planeta…el ser humano. Por eso gobiernos y predadores de servicios deben ser partícipes de este cambio también.
Una propuesta interesante y no tan nueva, se puede encontrar en fomentar y practicar el turismo experiencial o emoturismo, en donde lo importante es el contacto consigo mismo y el entorno de una manera respetuosa, producir emociones inesperadas, novedosas, sorprendentes, divertidas, asombrosas… en los turistas a través del disfrute de experiencias culturales, viajeras, de ocio, de aventura, de meditación… es una forma nueva y distinta de viajar, conocer y disfrutar plenamente de experiencias turísticas.
Independientemente de su edad, los viajeros deben demandar productos nuevos, sorprendentes, divertidos, relajantes o fascinantes que sacudan la modorra de su vida cotidiana, les hagan salir de su burbuja de confort y, por supuesto, que provoquen esas emociones dormidas que la rutina diaria del encierro provocó, pero sin la destrucción que el turismo masivo genera. En pocas palabras: el turismo experiencial debe tocar el corazón del viajero de forma personalizada en cada uno de los turistas.
¿Cómo se hace eso?
Ya sea con la adrenalina al tope por dormir colgados en un árbol, debajo del agua o incluso en módulos habitacionales trasparentes a 400 metros de altura o mediante experiencias más pausadas e íntimas mediante actividades de relax, meditación y contacto con el bosque, el aire puro, el agua, los senderos… Actividades auténticas, personales y memorables que capturen los sentidos y logren conexiones físicas, emocionales, espirituales, intelectuales o sociales.
Rescatando y disfrutando de los atractivos naturales y/o culturales únicos, pero sobre todo manteniéndolos como si nunca se hubiera estado ahí. Hay que volver a la industria de la felicidad o la industria sin chimeneas como hace décadas atrás se le llamó al sistema turístico, pero no felicidad efímera ni de manera egoísta, sino apartando para la felicidad de futuras generaciones que podrán disfrutar de los bellos paisajes de la naturaleza ha creado.
MAESTRA DULCE PEREA JUÁREZ
LIC. EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS TURÍSTICAS
ESPECIALIDAD EN DIDÁCTICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES
MAESTRÍA EN MERCADOTECNIA Y PUBLICIDAD